martes, 7 de octubre de 2014

Hombres eran los de antes

Queridos lectores: antes que nada pedirles disculpas por no haber publicado mi columna el domingo como ya es costumbre, es que mis compañeros coblogeros me solicitaron le cediera mi espacio al compañero Armando. Disculpas si usted entro al blog buscando una columna que hablara de los HOMBRES y se encontró con una columna escrita por un ser que aún no definió de qué lado de la humanidad esta y que escribe sobre algo tan poco masculino como es el horóscopo.

Como no hay mal que por bien no venga, hoy hablaremos sobre las nuevas modas andróginas que buscan en algo etéreo atrapar el futuro, la armonía, el equilibrio y todas esas paparruchadas.


El hombre de antes


El HOMBRE de antes primero que nada confiaba en sus fuerzas. No creía que tenía un destino marcado sino que creía que con su esfuerzo, su tenacidad, su constancia y su fuerza de voluntad, podía llegar hasta donde quisiera.


Sus fuerzas radicaban en el simple hecho de que confiaba en sí mismo. Su virilidad se basaba en ser el amo y señor de su vida. Su hombría se plasmaba en su capacidad de torcerle la mano al mundo y a las circunstancias para llegar a sus metas.

El único desliz permitido al hombre de antes era concurrir los domingos a misa. No para arrodillarse ante una esfinge y solicitar sus favores sino, principalmente, porque era una tradición que le había sido inculcada desde pequeño y a la cual no debía faltar si no quería ganarse la reprobación de las mujeres de la familia. Era un compromiso social ineludible pero jamás un acto de enajenación de su destino en manos de una deidad.

El hombre de antes creía en el “self made man” y si fracasaba en sus afanes, asumía la responsabilidad de sus errores. Nunca se le escuchaba quejarse de su suerte, porque él no creía en la suerte. Nunca se le escuchaba culpar al destino de sus fracasos, porque él no creía en el destino. Si algo salía mal, era culpa de las malas decisiones que había tomado y se le ponía el pecho a las balas. Si una empresa fracasaba no se quedaba buscando a quien o que echarle la culpa, se levantaba del piso, se sacudía el polvo y se volvía a la lucha. La única derrota que podía asumir un hombre era la de la muerte. La única vergüenza que no podía tener, era la de renunciar a seguir luchando. Esa era la muerte del alma, la muerte social, la muerte de su hombría y la puerta que conducía a la locura, el suicidio o el destierro social a través del alcohol y la vagancia.

El andrógino actual.


El andrógino actual es, primero que nada, una vergüenza con pene. El andrógino actual cree en los horóscopos y los lee cada mañana al despertar. Y a partir de ese momento dejo su hombría en las sabanas y salió al mundo a buscar esquivar el mal augurio que OTRO le deparó para su día. Esa lectura matinal condiciona el resto de su día y lo mantiene absorto en encontrar las señales que le confirmen que lo que leyó era cierto, no en enfocar sus energías en la prosecución de sus metas.


El andrógino va a que le tiren las cartas, le lean las manos, la borra del café o los buzios. Su escasa fe en sus fuerzas lo lleva a intentar atrapar el futuro y así poder prevenirlo y/o cambiarlo gracias a la ayuda de un poder que escapa a su compresión. Para el andrógino el futuro es algo que existe más allá de sus posibilidades, él es una marioneta en manos de fuerzas superiores. Su inseguridad lo empuja a las manos de charlatanes y su búsqueda de previsibilidad le impide disfrutar de la aventura de la vida. Si usted le pregunta a un HOMBRE si quiere saber su futuro, este le responderá “No gracias, ¿Qué gracia tendría saber lo que va a pasar?”; el andrógino se arrojara a ese saber con desesperación, implorando clemencia a los astros, Buda, Ala, el Tao o quien sabe qué.

El andrógino ordena la casa según el manual del Feng-shui para que las energías positivas lo penetren mientras está durmiendo. Pone la cama orientada hacia el norte aunque no pueda abrir las puertas del ropero. Pone una planta entre la canilla de la cocina y la llama de la hornalla para que no se mezclen las energías y para que la planta se muera por falta de sol. Consulta al I-ching para tomar decisiones. Desde que desayunar hasta que como decirle a su mujer lo de la amante y el despido.

El andrógino llama a Ana Clara para preguntarle si está bien mudarse de barrio. Visita a Jorge de Ogum para que le saque al Exu que tiene encostado y le impide crecer en su empresa. Dona el diezmo rigurosamente a la “Iglesia Pentecostal de los Santos de la Última Orgia Dios es Amor y Lucro y Vos Sos Terrible Gil” no sea cosa que el pastor se enoje con él y no lo quiera dejar pasar bajo el manto de la descarga.

El andrógino averigua las vidas pasadas para ver si ese caballo desbocado con forma de mujer que acaba de conocer está vinculada a él por algún karma que tiene que pagar por sus malas acciones en los otros planetas o es su paralela complementaria.

Resumiendo, el andrógino cree en cualquier otra cosa que no sean sus propias fuerzas por más absurdas que estas puedan ser y por supuesto le echa la culpa de todo lo malo que pueda sucederle a cualquier otra cosa que no sean sus propias acciones y decisiones. En pocas palabras, el andrógino actual es un cobarde y su fuerza de voluntad y su capacidad de decidir su destino es similar al de una ameba.



A eso se le llama hombre hoy en día. Una vergüenza para el género masculino y para las generaciones que vendrán. Que vendrán si el hombre vuelve a ser hombre o si los científicos descubren como clonar seres humanos a partir de una célula de la piel. Si no, no habrá futuro para la raza humana.

2 comentarios :

pequebu dijo...

En mi pueblo esto se llama boicot.

pequebu dijo...

En mi pueblo esto se arregla de la cancha. Pero este blog está lleno de chetitos de punta carretas cagones